03 septiembre, 2012

Qué bien cuando uno puede quitarse la venda, y por fin ver

Hoy me quito la venda, hoy veré de nuevo, sentiré la luz cegadora y los colores extasiantes, mis ojos volverán a sentirse útiles, y las antiguas gamas y tonalidades irradiarán mis nervios hasta convertirse en sensaciones un poco más arriba en el cerebro.

Mañana ella se quita la escayola, mañana volverá a andar de nuevo, sentirá volar sus piernas, quemando etapas a su paso, sus extremidades volverán a sentirse útiles, locomotoras, como parte imprescindible de lo que debe ser una persona, permitiendo a todo el cuerpo ir a disfrutar, desplazarse hacia lo bello y lo maravilloso que le rodea.

Pasado mañana remitirán las anginas, volverá ella a tragar sin dolor, volverá a disfrutar de la comida en su paladar, sin miedo a hacerla descender a su estómago, donde se convertirá en partículas infinitesimales de vida, en nutriente que llegue a todos sus músculos. Pasado mañana dejará de toser, dejará de sentir ahogo y respirará aire lleno de vida con libertad.

En una semana él finalizará el preoperatorio y tendrá su nuevo riñón, adiós a la esclavitud de la máquina filtradora, hola a la sensación de volver a ser libre, de beber vida como si pudiera medir cada partícula y analizar si la absorberá o la dejará salir por algún conducto excretor. En una semana volverá a sonreír plenamente, sin miedo a que cualquier día haya un hecho inesperado.

En un mes acabaré la rehabilitación y por fin podré mover todos los músculos de la cara como antes, sonriendo a placer, quejándome, frunciendo, poniendo morritos, ahuecando, amohinando, jugando con lo que un día fue mío y la enfermedad quiso arrebatarme por un tiempo. Moveré cada trozo de piel como si fuera la última vez, para que no vuelvan a atrofiarse.

En unos meses ella terminará su quimio y su radio, y su cuerpo respirará tranquilo y latirá como si fuera la primera vez, a sabiendas de haber expulsado al intruso, leucocitos, linfocitos y plaquetas haciendo una fiesta llena de champán, glucosa, proteínas y sales minerales, a sabiendas de haber erradicado el mal que atentaba contra su futuro. Ella por fuera, simplemente respirará aliviada, y una sonrisa celestial asomará en su bello rostro.


Qué bien se queda uno cuando por fin se quita la venda, la tirita, cuando por fin camina tras el esguince, o se curá el bebé de la tos, o remite la fiebre de mamá y los dolores de papá, o cuando tu hermana ya está dispuesta a volver a jugar. Qué bien se queda uno cuando el mal se aleja, cuando los problemas se van y luce el sol, cuando mañana por la mañana todo está olvidado, cuando el sueño se recuerda a sabiendas de estar despiertos, lejos ya de la noche que todo lo confundía, realidad y ficción. Que suerte estar aquí para sentir eso, para recuperarnos, para verlos recuperarse, para quitarles la venda suavemente, para arrancarles la tirita de golpe, el diente de un tirón de puerta; para tirar a la basura el bote de pastillas, el jarabe o las vendas y el alcohol; para guardar hasta nunca las tijeras de ATS, la dirección del médico especialista, las páginas de internet sobre medicina, los foros de desesperados que buscaban una solución a sus problemas.

Qué bien se queda uno, una, se quedará, nos quedaremos, cuando nos podamos quitar la venda, cuando te la podamos quitar, cuando se la quitemos a todos ellos, porque por fin verán, porque por fin veremos, porque todo será como antes. Porque es sólo una venda...

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