31 marzo, 2017

Carrero Blanco, el presidente volador

Cuando en una sociedad una persona va a la cárcel por hacer un chiste de mal gusto, y otros están libres y coleando por robar miles de millones a la pobre gente, algo está completamente podrido.

Cuando no sabemos encajar el humor dentro de nuestro propio mojigatismo, algo está completamente ido. Eso es lo que nos está pasando, dentro de una deriva que no acaba de derivar, cuando cada palabra en los medios ha de ser meditada durante un largo tiempo, y aún así ofenderá a mucha gente; cuando cada gesto es milimétricamente escudriñado para buscar la denuncia; cuando hasta los más inocentes tienen la espada de Damocles encima de su cabeza esperando a cortársela...

Ojo, no digo que no haya que criticar brutalmente esos chistes tan viles, no digo que no haya que ponerlos en la palestra y con ellos a sus inventores o difusores, para que todo el mundo vea el tipo de personas que son y su calaña, pero... ¿cárcel? Ridículo, dejémoslo para los que de verdad deberían estar allí:  traficantes de influencias, ministros giratorios, ladrones de guante blanco, directivos sin escrúpulos, presidentes, vicepresidentes, políticos de carrera, constructores, especuladores, etc, etc... Ellos salen y entran de la cárcelo como si nada, preventiva prisión que no evita que se vayan a sus paraísos fiscales a llevárselo calentito, mientras otros se pudren por tonterías.

Sí, cuando hacer gracia de algo que pasó hace casi 50 años, cuando reírnos de nosotros mismos ya no vale, cuando eso parece enfadar al aparato de la dictadura que aún continúa, entonces es que aún no somos tan demócratas como pensamos, y entonces a los que no estamos arriba del todo nos queda muy poco, casi simplemente el derecho al pataleo.



Y mientras tanto, así, sólo nos queda nuestra mente, volando volando nuestra imaginación pensando nuevos chistes que nos eleven al cielo, por encima del edificio de la creatividad, explotando todo nuestro cerebro en busca de esas nubes de auténtico arte, siendo capaces de crear chistes, chascarrillos a la altura del mejor humorista, saltando, impulsándonos hacia el espacio cual coche fantástico que vuela hacia el infinito y más allá, ascendiendo como astronautas hacia el olimpo, elevándonos hacia la órbita de lo sublime, surcando los aires cual vehículo a motor no identificado, así, eso lo único que nos queda cuando ya no nos han dejado nada, cuando los Goblins se lo han llevado todo, ¿y si Carrero Blanco no fuese simplemente uno más de ellos, otro Goblin de la dictablanda que subió al cielo aquel día impulsado quién sabe por qué, surcando esos cielos de Madrid?  No, cuando ya se han llevado todo, no pueden quitarnos la ironía, la gracia, porque entonces, sí es verdad que no nos quedará nada...

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