13 septiembre, 2017

Brincando por los tejados

Hace ahora 20 años, brincando por los tejados de la vieja Obulco, soñando que éramos pájaros, viendo el mundo desde otro prisma, adolescentes locos sin razón, imaginando que quizá fuera la última vez que podríamos hacer algo así, aprovechando el momento el día antes de un momento único, de un acontecimiento de carácter planetario que a los dos nos convertía en hijos únicos de la noche a la mañana.

Aquel fin de semana fue quizá la última vez que el gran Rey visitó la que fue su casa, que se dejó ver entre sus amigos y conocidos, temeroso de su decadencia, no queriendo reconocer el paso del tiempo, queriendo dejar en la memoria de todos su grandeza antes de que nadie tuviera que tenerle pena, que nunca fue así durante toda su vida de dificultades, que quizá podría decirse que fue todo lo contrario, Rey temido y admirado a la vez.

Aquel fin de semana fue el comienzo de una larga convivencia, como otra paralela que meses antes también comenzó, con frutos abundantes y sanos.

Nosotros, mientras, éramos ajenos y sólo aprovechábamos la situación, como niños que saben que cada minuto hay que disfrutarlo, y sólo buscábamos la gloria, la satisfacción personal y por otro lado la aventura y la adrenalina de hacer algo que pocos antes habían hecho, no sin reverenciar por supuesto la memoria del Rey, que ya con su extrema dificultad cosas similares realizó cuando aquello era sólo una casa.

Aquel fin de semana recuerdo que hubo fotos que no volvieron a producirse, recuerdo que fue la última vez que vi a uno de mis últimos tíos abuelos, y que el Rey tocó la guitarra por última vez a toda la familia, justo lo mismo que hice yo junto a mis amigos, brindando algunas canciones a los míos.

Y así fue pasando aquel año mágico que ahora simplemente es una muesca más en un revólver que supera ya la treintena, aquel fin de semana no podíamos esperar que 20 años después ambos estuviéramos casados y que incluso tú ya incluso esperaras descendencia, es simplemente la vida, la vida que podíamos soñar aquella tarde de septiembre mientras todo era posible, mientras podíamos saltar muchos metros de un brinco desafiando la gravedad, mientras desafiábamos con una sonrisa la arquitectura de la gran ciudad iberorromana, mientras disfrutábamos ajenos a los preparativos, mientras aprovechábamos esos últimos momentos de infancia, de despreocupación, pájaros en libertad.



Así, hoy miro hacia atrás y veo todo lo que ha pasado desde entonces, recordando aquellos mágicos días que nunca repetiremos, que quizá sin saber que sus padres lo hicieron lo harán nuestros hijos, aquellos días que nunca olvidaremos saltando por los tejados a sabiendas de que el Rey y su hermana mayor aún seguían entre nosotros

No hay comentarios: